Como muchos de vosotros sabéis, me he pasado más de la mitad de mi vida pegada a un balón de voley. Fueron de los años más bonitos de mi vida, pero también algunos de los más duros. Pero tanto unos como otros me han enseñado muchas cosas. No soy la misma que hace 15 años y sé que jamás sería la persona que soy sin la ayuda de ambos. Mi yin y yang.
Y como he aprendido tanto de él (aunque algo tarde… Por eso os escribo desde un escritorio lleno de papeles y no de trofeos y medallas) me gustaría ofreceros algunos de los aprendizajes que he recibido del gran maestro de los deportes de pelota, el voley playa (tranquilos los futboleros, que no he dicho “rey”… xD )
- “Sé dueño de tus decisiones antes de que el Universo las tome por ti”. A la hora de recibir un balón, te tienes que anticipar a golpearlo tú porque, si no lo haces, el balón se estampa contra ti y no consigues dominarlo, sino que sacas de ahí lo que buenamente puedes. Esa acción, que es la primera, condiciona todas las demás. Sin una buena recepción, es difícil que haya una buena colocación y, por consiguiente, un buen remate.
En la vida, pasa tres tantos de lo mismo. Una decisión conlleva siempre otras decisiones. Elegir un camino supone descartar otros tantos y, muchas veces, el miedo nos frena. ¡No tengáis miedo! Golpead el balón confiados, anticipaos, id a por él. Os aseguro que saldrá mucho mejor que si os golpea él. Que lo hará…
- “El partido no termina hasta que el árbitro pita el final”. Os juro que no miento. Pocas cosas me enchufaban más cuando jugaba que remontar un set que parecía perdido. Esa frase la escuché de uno de mis entrenadores y la abracé cual verdad absoluta. NUNCA y cuando digo nunca, quiero decir NEVER DE NEVER, he dado un partido por perdido. Ni cuando iba 20-10 perdiendo (el set termina cuando uno de los equipos llega a 21). Y de esa forma he ganado partidos que mis contrarios estaban celebrando ya. Esto tiene dos beneficios gordísimos: el primero, confirma tu verdad absoluta y la refuerza. El segundo, haces que el contrario también la aprenda (esas cosas no se olvidan jamás… A mí aún me duele alguna de esas).
Nuevamente, lo mismo ocurre en la vida. A veces el objetivo que perseguimos está lejos, nos cuesta un huevo y medio llegar a él, pero no desistimos. Lo único que nos acompaña, una vez que las ganas y la fe se han ido de bares, es saber que el silbato del final aún no ha sonado. Y te aferras a tus sueños y a tus metas cual koala y sigues, determinantemente, hasta que te haces con la victoria. Wow… Os juro que no hay un sentimiento igual. Es clímax puro, es éxtasis, es orgullo, es emoción. Es increíble.
- “Ir más deprisa no siempre te hace llegar más rápido”. Para entender bien cómo era yo cuando jugaba (sobretodo al principio) tendríais que tomaros 3 redbulls, 2 cafés y medio litro de Coca Cola (a poder ser, normal, con extra de azúcar). Vamos, que mi sangre sería como la anfetamina de Drácula, para que nos entendamos. ¡Era algo descomunal! Estaba tan alterada que era jugadora, entrenadora, fisio, árbitro, público y me sobraba tiempo para darle a la pelota. Vaya un reto, ¿eh? ¿Os imagináis a Pocholo (que no Pocoyo), jugando a tenis? Pues algo así era yo. Durante muchos años, lo único que sentí jugando la mayoría del tiempo fue tensión, presión, ansiedad, angustia y, por consiguiente, descontrol. Y me da mucha penita darme cuenta, ahora, desde una Ale mucho más sosegada y madura, que podría haber disfrutado mucho más.
Y esto mismo les ocurre, por ejemplo, a muchas personas que tienen un cargo importante en una empresa y no delegan. Quieren hacerlo todo y todo bien y eso no es posible ni saludable. Acaban como pollo sin cabeza y el trabajo se convierte en una contrarreloj donde lo único que va más rápido que ellos es el tiempo, que parece no llegarles nunca para todo lo que tienen que hacer.
Si tú eres uno de ellos, respira, no pierdas de vista lo importante (TÚ), disfruta de lo que haces y hazlo lo mejor que sepas. Mejoras marginales, pequeñitas, poco a poco. Si llegas, lo harás con una sonrisa y si no lo consigues, al menos habrás disfrutado el camino. Yo nunca llegué a una Olimpiada. No conseguí mi objetivo, pero no cambio esos años de “Universidad de la Vida” por nada.
Y, como hay que ir poco a poco, me guardo otras tantas para el próximo post.
¡Que os vaya muy bonito! Y sonreíd, que estáis más guapos…;)
Leave a Comment