Mis queridos amigos, tengo algo que confesaros: me llamo Alejandra y… practico Crossfit (Hoooooola, Alejaaaaandra).
Sé perfectamente muchas de las cosas que se dicen sobre él en el mundo de la ciencia del deporte, la fisioterapia y la salud (sale bastante mal parado…). Lo sé porque lo he visto con sus ojos durante mucho tiempo. Que si es muy lesivo, que si es una barbaridad, que si todo vale, que si van hasta arriba… Y, como ahora os hablo desde dentro del mundo crossfitero, me gustaría presentaros, amigos entrenadores, fisios, deportistas y amantes del ejercicio, la otra cara de este deporte único.
Para aquel que no lo conozca, el Crossfit es un deporte relativamente nuevo que está basado en deportes tremendamente “viejos”. Me explicaré. Es un deporte que se ha valido de deportes, tan apasionantes como antiguos, como la halterofilia, la gimnasia, la natación y otros tantos y lo ha llevado a un nivel superlativo. Sería como un decathlon del entrenamiento funcional ¡pero con 300 disciplinas en vez de 10!
No llega con ser fuerte, con ser rápido, con ser explosivo o con ser resistente. No. En este deporte, tienes que tenerlo TODO. Sólo hay que ver a los deportistas que lo realizan de forma profesional. Si no fuera porque he conocido a alguno de ellos en persona diría que son de otro planeta…
¿Y por qué salgo yo ahora a defender el Crossfit? Pues porque rectificar es de sabios y hay cosas que he descubierto en él que no me esperaba y que quiero compartir con vosotros.
Primera: Es sumamente retador. Nunca, en mis años de jugadora profesional de voley playa, me había enfrentado a semejantes obstáculos, tanto técnicos como físicos. ¡Es realmente agotador! Y siempre tienes algo nuevo que descubrir: un elemento gimnástico, un movimiento olímpico, el remo, la carrera, las kettlebell y muuuuchas horas de entrenamiento por delante para conseguir dominarlos todos.
Segunda: Hay boxes realmente preparados. Con deciros que mi profesor de elementos gimnásticos es Manuel Carballo, que ha sido gimnasta olímpico y con más de 30 años de experiencia, os podéis imaginar de qué hablo. No es cierto que “todos” los entrenadores de los box son unos machacas descerebrados. Yo he visto cómo adaptan los ejercicios, cómo tratan a la gente y lo mucho que se preocupan de que todos estén bien. Eso del “no pain, no gain” y el todo vale no ocurre en todos los box. En algunos de ellos, por supuesto, pero sería injusto eludir el hecho de que también muchos gimnasios están LLENOS de irregularidades técnicas y de gente poco especializada para corregirlas. Todo está en saber elegir.
Tercera: Es alucinante el tremendo ambiente que hay. Todos animando a su compañero, un verdadero sentimiento de equipo, todos tirando en una misma dirección… Ahí no va nadie a ganar a nadie ni a levantar más que el que tiene a su lado. Ahí va cada uno a dar lo mejor de sí mismo y a superarse y, dada la dificultad de este deporte, todos valoran cada uno de los logros que vas consiguiendo. Creo poder decir con franqueza que jamás me había sentido tan a gusto en un grupo de entrenamiento.
Y cuarta: creo que el Crossfit ha conseguido que muchas, muchísimas mujeres prefieran obtener rendimiento a tener un supuesto cuerpo perfecto 90-60-90. Lo que importa ya no es entrar en la talla 36, sino ser capaz de superar tu RM de snatch. Las que tenemos el cuerpo musculado, piernas de futbolista y hombros de costalero sevillano, lo mostramos orgullosas, porque sabemos que es fruto de nuestro trabajo y es nuestra vital herramienta para ser y conseguir aquello que deseamos. Y, con todo el respeto, nos importa un C*R*JO que nos digan que “tanto músculo en una mujer queda muy feo”.
Por eso hoy comparto con vosotros esas fotos, que son de hace unos 4 años (cuando todavía jugaba). Me comentaron que era mejor que evitara que salieran mis piernas en la foto si las iba a mandar a una agencia, dado que estaba “demasiado fuerte”.
¡Qué suerte la mía que les hice caso! Nunca mandé las fotos a nadie, ni recorté nada, pero seguí dándole al hierro más duro que nunca. ¡Y ahora muestro orgullosa mis patorras de cordera! Y, gracias a ellas, me lo paso pipa en este deporte en el que “demasiado fuerte” no supone ningún problema, sino todo lo contrario… 🙂
Nuestro cuerpo es como un coche; uno para toda la vida. Decide a qué velocidad quieres ir, el terreno que vas a pisar y lo mucho que lo vas a usar. Y si tu idea es ir a 200 km/h, 6 días por semana, ¡más te vale tener un Ferrari!
Ale Simón 😉
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