Hoy no es un día cualquiera. Al menos no para mí. Un día como hoy, a las 9 y pico de la mañana, mi madre daba un último empujoncito para traerme al mundo y, para sorpresa de todos, nací con los ojos abiertos. Al más puro estilo «Poltergeist».
—Ya estoy aquííííííííí…
Después de 10 años de cómodo reinado, le arrebataba de golpe y porrazo el trono a mi hermana Vir, haciéndome con un doble título tan rápido como algún que otro político últimamente: hermana pequeña e hija mimada.
¡BAZINGA!
Aunque eso le otorgó la autoridad y la malicia suficientes como para hacerme una serie de perrerías dignas de mención, como la vez que me dijo que el mechero del coche era mágico y que, si lo tocaba y pedía un deseo, se me cumplía seguro o como la otra de llamarme ¨Antoñito» delante de todos sus amigos cuando a mi «Santa Madre» se le ocurrió cortarme el pelo como a un Playmobil. Es lo que tiene mezclar celos con creatividad: que las posibilidades de derribo se hacen infinitas.
Pero, ¡¡¡oye!!! Lo que curte para la vida es impagable. Creo que el detalle del mechero fue lo que me hizo no probar nunca ni una calada y lo del pelo… Lo del pelo se lo guardo, para qué nos vamos a engañar.
Eso sí, mucho antes de que existieran las llamadas ilimitadas, ella ya se gastaba sus minutos conmigo. Compartimos años de sueños en voz alta (y qué sustos me daba la jodía cuando me hablaba dormida); me demostró que en las buenas iba a pasar desapercibida pero, en las malas, iba a estar ahí matando dragones y lo que hiciera falta… Pero si tuviera que quedarme con algo, nada comparable a los cientos de temibles pero esperanzadoras notitas que yo le dejaba del tipo:
Hola Virchi,
¿Me podrías dejar tu pantalón negro ajustado mañana?
♥SÍ ⊗NO
Se las dejaba encima de la mesa del comedor y me iba corriendo a la cama, como quien espera a los Reyes Magos. A la mañana siguiente, casi siempre estaba allí lo que le había pedido. Nunca me contestaba las notitas, salvo cuando se me iba de las manos y le pedía algo que sabía que estaba más que prohibido, que entonces amanecía sin la ropa y con un simple
«NO TE LO CREES NI TÚ»
Divina. Qué sería de mí sin ella…♥
Volvamos al momento del último empujón. Allí estaban todos esperándome, pero había uno que esperaba con mucha más ilusión que los demás. Mi hermano Fer. La enfermera le había asegurado que era un niño y no se lo podía creer.
«¡¡¡POR FIN!!!! ¡¡Por fin un niño con el que jugar a vaqueros!! ¡¡Por fin se equilibraba la balanza!! ¡¡Por fin horas de maldades entre hermanos!! ¡Por f…!»
—Fer, aquí está tu hermanA. ¡¡¡ES UNA NIÑA!!!
…
«¿Una niña? ¿¿Otra?? Pero ¿qué clase de estafa es ésta?».
—Wuju…
Las esperanzas de mi hermano por tener otro niño en la familia se desvanecían tan rápido como mi primer llanto. Lo que él no sabía es que tenerme como hermana iba a ser todavía más divertido…
Le perseguía a todas partes, con el mismo porcentaje de curiosidad y admiración; trepaba por sus piernas cada vez que aparecía por el pasillo para darle un achuchón y, con diferencia, lo que más me fascinaba era molestarle cada vez que se encerraba en su cuarto a estudiar y ver lo fácil que dejaba todo lo que estuviera haciendo para jugar conmigo un rato.
Fantástico. Qué habría sido de mí sin él…♥
—Empuja, Isabel. ¡Ya casi está!
Con mis dos hermanos y mi padre, estaba esperándome mi hermana mayor: Isa. La diferencia de edad era tan grande que bien podría haber sido ella la que estuviera empujando allí dentro. 17 añazos. A ella no le afectaba tanto otra más en la familia. Ya había abierto el camino a dos, tampoco lo iba a notar tanto con una tercera. Sin embargo, con mi recién estrenada barrigota de bebé y mi cabeza llena de rizos, conseguí metérmela en el bolsillo como a ninguno. Dicen que era la única con paciencia suficiente como para dormirme que, tengo entendido, era misión imposible.
Y es que tener hermanos mayores mola un montón, pero si encima te regalan un viaje a Eurodisney por tu Comunión, ¡ya ni te cuento! Teníais que ver las caras de todas las de mi clase cuando volví de mi viaje. Ellas todas llenas de pulseritas de plata, rosarios, esclavas… ¡Y yo con mi gorra de Mickey! Contando además que casi perdemos el avión de vuelta, que mi hermana trató de hablar (por llamarlo de alguna manera) en francés con la chica de la recepción del hotel durante un buen rato cuando en realidad ella hablaba un perfecto español, que comí más perritos calientes que en mi vida y que era el primer viaje al extranjero que hacía, se convirtió en una de las experiencias más alucinantes de mi vida.
Tremenda. Qué suerte tenerla en mi vida.♥
Hoy hace 34 años del día en que les conocí. 34 años que no tengo ni idea de cómo han pasado tan rápido, ni de cómo me han llevado hasta aquí, pero sé que los regalos que me dieron mis tres hermanos me lo hicieron mucho más fácil. Mi hermana Vir me regaló su sentido del humor, su generosidad y su tremendo corazón; Fer, su inteligencia, su pasión y su infinita curiosidad; y mi hermana la mayor, su poca vergüenza y desparpajo, su risa contagiosa y su amor por las artes. Todo eso late dentro de mí porque decidieron compartir sus dones conmigo.
Y qué sería de mí sin ellos.
¡Qué habría sido de mí sin ellos!
Qué suerte tenerlos en mi vida…
[mc4wp_form id=»688″]
Leave a Comment