HOUSTON, TENEMOS UN PROBLEMA. Y serio, además…
El otro día, después de entrenar a una de mis chicas prefes, una pequeñaja de 17 años de la que me confieso totalmente enamorada, me quedé un rato hablando con ella y me contó algo que me dejó helada y alarmada por partes iguales. Me comentaba que, algunas niñas de su clase, usaban algunos de los medicamentos pautados para TDAH que, para el que le suene a chino, es el “Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad” y otros estimulantes para poder quedarse toda la noche despiertas y así poder mejorar su media que, en muchos casos, ya supera el notable. Es más! LAS CONSIGUEN DE CONTRABANDO pagando hasta 6 euros por cada una!!!. Sin prescripción médica, sin saber cuántas tomar ni cuándo y, por supuesto, desconociendo por completo los riesgos que conlleva tomarlas. Entre las pastillas elegidas se encuentran Concentra y Rubifen, compuestas de metilfenidato, clasificado por por la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos como un narcótico de Clase II: la misma clasificación que la cocaína, la morfina y las anfetaminas.
Y eso está pasando. Es real. Y vayamos por partes. No soy médico y no busco entrar a debatir si existe una necesidad real de medicar a algunos niños o, por otra parte, se está pautando esta medicación a otros que, simplemente, son los “culos inquietos” de toda la vida, curiosos, demasiado inteligentes como para abu rrirse en clase o, incluso, tienen profesores tan monótonos y terribles que es imposible escucharles sin sufrir narcolepsia profunda.
Mi preocupación seria y la razón de que escriba hoy al respecto es diferente. Siento escalofríos al pensar en qué tipo de adultos se convertirán estas niñas el día de mañana y, por supuesto, la presión que han de sufrir en sus casas por “ser las mejores”. Creo que el problema reside en el momento en que empezamos a creer que es más importante “Quiénes vamos a ser” que QUIÉNES SOMOS. Nos obsesiona el resultado y nos importa muy poco cómo llegar a conseguirlo. A los padres les preocupan más las notas de sus hijos que el hecho de que sean personas maravillosas. A muchos les obsesiona más un 4 en matemáticas que el hecho de que sus pequeñas tengan el corazón más grande que Las Ventas y sean extraordinarios seres humanos.
¿Y qué es lo que conseguimos? Adolescentes que son capaces de hasta de poner en peligro su salud y su vida por conseguir un 10. Chicos y chicas que están perdidos y frustrados, sintiendo que son torpes y malas personas por no ser los mejores de su clase. Proyectos de tiranos que sólo buscan su beneficio personal sin importarle nada más porque es lo que han aprendido.
En mi opinión, se están perdiendo una lección valiosísima de la vida y es que “A veces no se consigue lo que uno quiere”. Es la mayor mentira y una pésima publicidad engañosa que nos hicieron creer a todos. Y, aunque duele, darse cuenta de ello y sufrirlo es absolutamente esencial. En ocasiones existe alguien que es más hábil que tú, más estudioso, más talentoso o puede que más listo, sí, pero eso no te convierte a ti en peor. Cada uno de nosotros vino con un talento a este mundo y, afortunadamente, no somos todos iguales. A lo que tienes que poner verdadera atención no es tanto a lo que te dicen los profesores en clase para tener esa media a la que aspiras, sino a descubrir ese talento que tienes y explotarlo para conseguir las metas que te propongas. Soy más fan de las METAS que de las MEDIAS.
Si es tu caso, si estás agobiado porque tu media no es lo que tus padres, profesores, etc. esperan que tengas; si sientes que estás dando lo mejor de ti y nunca es suficiente, tengo algo que decirte: EL 10 NO TE CONVIERTE EN MEJOR PERSONA. Lo verdaderamente importante es QUIÉN ERES, no QUÉ QUIERES SER DE MAYOR. Quién eres te va a acompañar siempre y sería maravilloso que lo que te preocupara de hacerte mayor fuera convertirte en una persona gentil, amable, cariñosa, generosa, honesta y valiente. Que estuvieras dispuesta a querer más y mejor a todos y a todo lo que te rodea; Que quisieras convertirte en alguien digno de confianza y respeto; Porque si lo que quieres es dejar una huella en tu paso por este mundo, tengo una buenísima noticia para ti. Ese 10 al que aspiras no te servirá de absolutamente NADA. Así que ya puedes respirar tranquilo…
Yo soy un claro ejemplo de obsesión por la perfección. Desde pequeña siempre he querido ser la mejor. Mejor alumna, mejor hija, mejor amiga, mejor deportista… Y me ha traído muchas alegrías, sí, pero ¿a qué precio? Pagando con muchos disgustos innecesarios y desproporcionados por cosas que descubrí más adelante que no lo merecían. Una cosa es intentar ser la mejor versión de uno mismo y otra muy distinta intentar ser EL MEJOR. Porque la lección que a mí me dio la vida es que siempre hay alguien capaz de hacer o de ser mejor que tú. Más guapo, más fuerte, más afortunado… Es así!!! Sin embargo, me liberó muchísimo darme cuenta de que yo soy la única que puedo ser YO. Diréis, “qué gilipollez!!! Y eso de qué servirá?”. Pues precisamente porque siento que el mundo necesita que nos atrevamos a ser nosotros mismos, que ofrezcamos nuestra mejor versión y nos esforcemos en encontrar nuestro propio camino y nuestro talento. Porque está ahí para cada uno de nosotros. Para todos!!! Sin excepción. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar un árbol, vivirá toda su vida pensando que es un inútil.
“Hay dos maneras de difundir la luz: ser la vela o el espejo que la refleja”.
-Edith Wharton
¿Cuál de ellas quieres ser tú?
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