Y así, casi sin avisar, el verano amenaza con dejarnos… Se va hacia Sudamérica y por ahí, dice, que ya ha dado todo el solano que tenía que dar por aquí.
Pues no sé a vosotros, pero a mí me hacen falta otros dos meses como mínimo! Porque llevo dos días de vuelta en Madrid y ya se me ha ido todo el moreno. Vuelvo a mi modo «Merluza Fresca» en menos que canta un gallo. Qué penica!!
Que el verano es mi estación favorita del año no es ninguna novedad. Como jugadora de voley playa que he sido más de 10 años de mi vida, podréis entender que me llevo fenomenal con el sol, el calor, el mar y hasta con los mosquitos!! Me chifla…
Es el momento del año que aprovecho para ir a mi Galicia querida, ver a mi familia, viejos amigos (que no amigos viejos, aunque más de uno hace ruido al levantarse de lo podridillo que está de no hacer nada) y entrenar en un gimnasio de gente «normal».
– ¿Qué quieres decir con «gente normal», Ale?- Os preguntaréis.
Pues para todo aquel que no vive entrenando todo el día, como es mi caso, y rodeado de gente que controla su nutrición al dedillo, sabe cuántos macros tiene su dieta y si no entrena un día, le salen sarpullidos por todo el cuerpo, un gimnasio normal es aquel donde va todo el resto de seres humanos que no entran en el grupo anterior. Personas que usan el gimnasio para divertirse, para «hacer algo», para conocer gente y socializar, sudar un poco, ir a sus clases dirigidas y poco más. Eso es un gimnasio de gente normal.
No me malinterpretéis, por Tutatis!! Que no se moleste el primer grupo que he definido, porque es al que yo pertenezco y a mucha honra! Y que tampoco se crea el segundo que los menosprecio, porque nada más lejos de la realidad.
Acostumbro a entrenar en sitios donde la gente que va tiene ciertas nociones de entrenamiento y, si pecan de algo, suele ser de creer que saben mucho más de lo que saben y, cuando se lesionan, lo hacen a lo grande. Cuanto más dificultad tienen los ejercicios que uno hace, mucho más peligrosos se vuelven cuando hay ausencia de control. Pero por otra parte, estos sujetos de los que hablo suelen tener mucho más cuidado a la hora de hacerlos y, afortunadamente, una musculatura lo suficientemente fuerte para soportar alguna que otra burrada que he visto hacer a más de uno (y una flor en el culo también).
Una vez escuché al gran Lucio Doncel, uno de los expertos en fuerza más grandes que conozco, decir que «algunos están así A PESAR de lo que hacen, y no por aquello que hacen» y no puedo estar más de acuerdo.
Sin embargo, son muchísimos más los usuarios que van a gimnasios low cost, en muchas ocasiones, sin ningún instructor en la sala que les pueda asistir; algunos gimnasios donde todo el que entra recibe la misma tabla de ejercicios, como si todos los que vamos a un gimnasio buscásemos los mismos objetivos; y en otros casos, los de las grandes cadenas de gimnasios, que están llenas de monitores en sala, entrenadores personales e instructores. Mejores o peores, ese es otro tema que tocaré en otra ocasión, pero por lo menos están allí.
Uno de los debates que más presente está ahora mismo relacionado con este tema es el de la regularización del sector de la salud y la actividad física. Fisios y Entrenadores luchamos porque la gente que trabaja con la salud de otra persona sea profesional y pueda acreditarlo. Hay mucho intrusismo y hoy en día cualquier persona que tiene marcado el abdomen y unos brazos de King Kong se cree con conocimientos suficientes para «hacerte una tablita», «ayudarte con la dieta» o, en casos extremos, intentar que te parezcas a él (sin saber si eso es lo mejor para ti… o incluso para él mismo!).
Pero la otra cara de la moneda es que no todo aquel entrenador o fisio que tiene un diploma o tres masters está capacitado. Hace falta mucho más. Entender las necesidades del cliente, conocerlo, saber cómo trabajar con él y, por supuesto, tener los conocimientos suficientes. Incluso voy más allá. Ser capaz de derivarlos a otro profesional si sentimos que puede ayudarle más que nosotros mismos. Pero para eso hace falta sobreponerse al ego y, en ocasiones, no resulta tarea fácil para todos.
Así que compañeros: ES NUESTRO DEBER como responsables de la salud y la actividad física demostrar a nuestros clientes por qué es necesario que se pongan en manos de gente preparada y no en manos de cualquiera. ES NUESTRO DEBER ofrecer información de calidad, tanto si nos la piden como si no. Incluso por cada persona que nos pone una mala cara ante una corrección que no nos ha pedido, hay 5 o 6 que evitan una lesión gracias a la misma. ES NUESTRO DEBER diferenciarnos por nuestros conocimientos y nuestra calidad profesional de esos cientos de miles de Youtubers, Instagramers y «Retromonguers» que consiguen que lo que dicen, por muy descabellado e incorrecto que pueda ser, llegue a millones de personas que no tienen por qué saber si lo que proponen es saludable o no.
De momento propongo a todos los gimnasios que, además de poner carteles de «recoge el material una vez que hayas terminado», que está fenomenal pero que cualquier persona mínimamente educada tendrá en cuenta, ponga también estos dos que, en mi opinión, son mucho más necesarios:
-
No todo el mundo conoce sus limitaciones, ni siquiera la diferencia entre molestia y dolor. Si ayudamos a los clientes a entender esto, ya habremos reducido considerablemente el número de accidentes y lesiones evitables sin hacer nada más!!! No cuesta tanto… no?
-
Y este otro para que la gente se sienta invitada a preguntar y, de paso, se lo piense dos veces antes de hacer ninguna cafrada. Todos queremos pasar a la posteridad… pero imagino que no a cualquier precio!!! xD
HASTA PRONTO, MIS VALIENTES!! 🙂))
Leave a Comment