Hoy os voy a revelar uno de los secretos de mi felicidad. Se trata de la regla por la que rijo mi vida. Una ley que necesitaba desde hace mucho pero que no descubrí hasta hace bien poco, que me llegó al cerebro como un rayo que lo iluminó todo. Y es mágica!!! Cuando la pones en práctica, tu vida cambia y se torna mucho más sencilla y placentera. A veces no es sencillo llevarlo a cabo, otras veces doloroso, pero siempre, SIEMPRE, es para mejor.
Se trata de la regla de las 3 C’s: ser CONSCIENTE, ser COHERENTE y ser CONSECUENTE.
La primera C es tal vez la más dura. A veces, ya sea por miedo a enfrentarnos a las cosas o porque son dolorosas, no queremos ser conscientes de algo. Sabemos que algo pasa, que nuestro yo interior nos está susurrando algo, que nuestra intuición nos está tirando de la oreja, pero nos hacemos los locos. Hacemos oídos sordos hasta que las voces ya son gritos y los tirones de orejas, bofetones. Y eso ocurre porque en el fondo sabemos que, una vez seamos CONSCIENTES de lo que pasa, ya no hay vuelta atrás.
Suele ocurrir cuando estamos a punto de dirigirnos hacia otro lado; justo antes de cambiar de rumbo, de cambiar de trabajo, dejar a tu pareja o antes de cualquier decisión importante. Nos da PAVOR enfrentarnos a ello, así que lo posponemos para hacernos cargo “más adelante”, cuando “estemos preparados”. Y ese momento, para algunos, nunca llega.
Mi punto es que cuanto antes seas consciente de lo que te pasa, antes podrás ponerle solución. Posponer una situación sólo la engorda y la complica. Porque nuestro niño inquieto interior no calla. NUNCA. Te lo recordará constantemente y no dejará que salga de tu cabeza hasta que le pongas la atención que merece.
Así que, ¡¡decídete!! Respira profundamente, agarra el pomo con fuerza y abre esa puerta de un tirón. Enfréntate a lo que está tras ella sin miedo. Es muy probable que, cuanto antes lo hagas, más joven e inexperto sea el tigre que encuentres detrás. No dejes que crezca…
Una vez que ya eres consciente de la situación, toca la segunda C: la de ser Coherente. Porque, ¿de qué sirve darse cuenta de algo que nos preocupa o que nos hace daño si luego no le buscamos solución?
La coherencia es “la relación lógica entre dos cosas o entre las partes o elementos de algo, de modo que no se produce contradicción ni oposición entre ellas”. Basicamente, que lo que pensemos y la forma en que actuemos concuerden. Vamos, con lo difícil que ha sido enfrentarnos a la primera C, ¡¡¡no podemos dejarla caer en saco roto!!!
La mayor parte de las veces, cuando ya somos conscientes de algo, sabemos qué es lo que viene. Esa vocecilla que nos advertía que algo pasaba, vuelve a tener la solución. Pero a veces es tan dura que no te ves capaz de hacerle frente. Porque, en estos casos, no hay escala de grises (a lo sumo, de “crisis”). Sólo hay blanco o negro. Como dice el gran Imanol Ibarrondo, es como estar embarazada: o lo estás, o no lo estás. No hay más.
Por ejemplo, una de las más difíciles que se me ocurren es cuando tienes que tomar la decisión de dejar a una persona que quieres porque ya no la amas. Darte cuenta de eso ya es tremendo pero, si quieres ser coherente, sabes que el siguiente paso es acabar con la relación. Abandonar tu zona de confort, salir de debajo del edredón, sacar la cabeza de la tierra, romper un corazón, coger tus cosas e irte. Sabes que a la larga será mejor. Que vivir una mentira no favorece a ninguno de los dos, pero imaginar tu vida sin esa persona con la que has compartido tanto a tu lado, se antoja insuperablemente doloroso. Aunque luego lo haces, sufres, te curas y te das cuenta con los años que ha sido lo mejor que podías haber hecho. Como me dijo una vez mi hermana Vir y no puedo estar más de acuerdo: “el dolor de corazón es uno de los peores que existe. Pero no te mata y, cuando menos te lo esperas, sana. Mucho antes de lo que creemos”.
Y por último, está la de actuar en Consecuencia (que, pensándolo ahora, creo que también podría usar otra “c”, la de echarle Cojones). Ya te has dado cuenta de lo que pasa, ya sabes lo que tienes que hacer… Así que sólo falta la guinda del pastel: ser CONSECUENTES. Actuar. Echarle huevos. Ser valientes.
Si volvemos a prestar atención a nuestro yo interior, que a estas alturas estará más orgulloso que nunca de nosotros por todo el camino recorrido, lo encontraremos alentándonos con decisión:
– Ya has hecho la parte más difícil. No dejes que el miedo te frene ahora!!!
Y allá que vas. Totalmente desarmado, con las manos al aire y el corazón en una de ellas. Y te la juegas, porque en el fondo sabes que es lo que tienes que hacer para estar bien contigo mismo, para ser feliz, para vivir en paz, por mucho que escueza “sacarse la tirita”.
En definitiva, escucha a tus latidos, déjate guiar por ellos y actúa en consecuencia. Créeme, ellos nunca se equivocan.
“La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía”.
Mahatma Gandhi
Leave a Comment